Hay cinco días de marzo en los que si vives en Valencia es imposible llevar una vida paralela a las fiestas de fallas. Siempre que hemos podido nos hemos ido fuera, pero desde hace dos años nos quedamos en casa, y para mi sorpresa he de decir que éste año, no solo no hemos vivido las fallas con esa mezcla de ira, horror y desesperación habitual en nosotros, sino que incluso lo hemos pasado bien... ¿Qué está pasando? Solo encuentro una respuesta; esta nueva vida que nos ha caído encima, nos ha hecho mirar las cosas desde otra perspectiva, intentando sacar la parte mejor de cada momento y disfrutar de lo que tenemos enfrente. No está mal del todo... o por lo menos nos hace la vida más fácil.
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